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Sierva de Dios Madre María Dositea Bottani

La santidad es un don gratuito del Señor a nuestra libertad, pero es también un compromiso y una urgencia apostólica en un tiempo en el que la tentación de eliminar a Dios de la cultura se difunde cada vez más.

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María Dominga nació el 31 de mayo de 1896 en Pianca de San Giovanni Bianco (Bérgamo – Italia).

En un ambiente familiar y parroquial rico en valores humanos y fe genuina inicio su camino de joven abierta y entusiasta por la vida y un gran ideal. Ya en los años de colegio en Endine María Dominga tenía un programa precioso de vida: «Me propongo, Dios mío, hacerme santa». Ingreso en el Instituto de las Hermanas Ursulinas de Gandino en 1913 y permaneció durante varios años en el Pensionado de Bérgamo como estudiante del Instituto Magistral; con su carácter expansivo y vivaz, su sonrisa contagiosa, su trato firme y dulce al mismo tiempo, era apreciada por las alumnas y compañeras. Todas la querían y la miraban como a un modelo.

En 1919 María Dominga obtuvo brillantemente el diploma de maestra y vistió el hábito religioso, tomando el nombre de Hna. María Dositea Eucarística, un nombre que define y preanuncia ese amor a la Eucaristía que se convertirá en centro de su vida y fuente del continuo don de sí a los demás.

En los años de formación fue acompañada por una figura a la que amó y estimó siempre: Madre María Gesuina Seghezzi, Maestra de las Novicias. En la escuela de esta simple y santa religiosa, Hna. Dositea encontró ánimo y confirmación en el ideal de santidad que siempre la había atraído.

Maestra de escuela primaria en Peia y Chingnolo, fue apreciada por sus cualidades didácticas y las sobresalientes dotes de comprensión, comunicación, guía.

Desde 1929 fue secretaria general; luego Consejera, Vicaria, y finalmente, de 1952 hasta la muerte, Superiora general. Su obra se caracterizó en particular en la puesta en práctica de las líneas conciliares en el Instituto, con la frescura genuina de su entusiasmo, con amorosa atención a las directivas de la Iglesia y capacidad para atraer también a religiosas de otros Institutos de la Diócesis al camino de la renovación. Pasó entre nosotros con su sonrisa dulce, luminosa, que transparentaba la presencia que la habitaba y llenaba; una sonrisa que siempre la precedía y siempre quedaba incluso después del encuentro con ella, con esa sensación de profunda paz, de serenidad, de comunión que hacia tener ganas de ser “buenos” como ella.

Leyendo los numerosísimos testimonios sobre la figura de Madre Dositea, se nota que todos han quedado fascinados por la expresión de su rostro. He aquí lo que recuerdan sus ex alumnos de Peia, Chignolo y las alumnas de Bérgamo:

«Hna. Dositea era linda, pero cuando hablaba era todavía más linda, porque revelaba lo rica que era su alma» (Celeste)

«Tengo 72 años pero llevo siempre en el corazón el recuerdo de esta hermana de sonrisa dulce y afectuosa, de palabra clara y segura» (Silvia)

«Esa mirada, qué dulce y calmante era. Era la de una mamá: impulsaba a ir confiados y seguros a la lucha, a la conquista, al heroísmo… He buscado siempre (en mis visitas) esa mirada, ese destello silencioso de ojos escrutadores que infundía tanta fuerza, tanto impulso» (Un Padre misionero en Thailandia)

Resultado de imagen para madre dositea bottani «Pienso en sus hermosos ojos, que también aquí en la tierra eran tan luminosos y alegres. ¡Quizás cómo resplandecen en el rostro de Cristo ahora! ¡Bendito el Instituto que da tales santos a la Iglesia militante y peregrina, y a la triunfante y gloriosa!» (Un misionero en Japón)

« Mirando ahora a mi “Madre Directora” con el ojo del alma un poquito experto en las cosas de Dios, hallo en ella una armoniosa síntesis de lo humano y lo divino. Una “santidad humana” la suya, que no daba miedo, al contrario, ofrecía un espacio abierto en el que se sentía a gusto. (…) Inconfundible ha sido siempre para mí su modo de sonreír, acompañado por esa sonrisita tan suya, en la que se sentía como el agitarse de alegría del Espíritu que, como agua viva, bullía en su interior. Su sonrisa, cálida de humanidad, expresaba la alegría de los hijos de Dios. (Una abadesa Benedictina)

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¿Estaría dispuesta a darle toda mi vida al Señor?

¿Me gustaría trabajar con los niños los jóvenes, adultos…?

¿Qué es lo que me impide seguir radicalmente al Señor?

¿Cuál es la mayor dificultad que tengo para decir SI a la llamada del Señor?

¿Qué es lo que me llama la atención de la Vida de una Hna. Ursulina?

¿Por qué quiero ser Religiosa Ursulina?

¿Qué es lo que más me cuesta dejar para seguir al Señor?

 

Entro en mi corazón y hablo con mi Señor.

¿Qué le respondo hoy?

¿Cuáles son mis mayores dudas y mis mayores miedos?